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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Procesos Tecnologicos

Comercio internacional de tecnología:

El modelo del valor

Compramos un producto porque pensamos que los beneficios que obtendremos del producto o servicio (valor) superan los sacrificios (coste) que ello supone. Estos beneficios se denominan valores de consumo (o de mercado); los sacrificios se conocen como coste de la propiedad. Los beneficios pueden ser de naturaleza técnica, económica, social, medioambiental o de servicio. El coste de la propiedad se compone del precio, el tiempo y el conflicto.

Especialmente en el comercio entre culturas diferentes, las actividades comerciales a menudo dan lugar a conflictos como resultado de malentendidos en la comunicación y a las diferencias que existen en los hábitos y en los usos comerciales. En las transacciones entre empresas, si una empresa consigue ofrecer a sus clientes más beneficios que sacrificios, habrá añadido valor al negocio del cliente. Cuanto mayor sea el valor, mayor será el margen bruto para la empresa vendedora, ya sea a través de unos precios más elevados, ya sea por un incremento en el volumen de ventas.

A partir de sus recursos, una empresa puede llevar a cabo actividades que generan valor añadido, a saber, “tecnología”, “producción”, “comercialización”, “logística” y “servicios auxiliares”.

Cambios desde la perspectiva histórica

Desde el punto de vista histórico, la importancia de la tecnología ha aumentado espectacularmente. A partir de la recuperación económica tras la Segunda Guerra Mundial, podemos distinguir cuatro tendencias principales: el precio, la calidad, la rapidez y los productos únicos nuevos.
Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, el incremento de la demanda por todo tipo de productos desencadenó en los productores el interés por la capacidad. El aumento de la competencia les obligó también a encontrar métodos de producción rentables. Sin embargo, la calidad de los productos se vio afectada.
• Esto desencadenó una tendencia centrada en la calidad de los productos. Ha habido todo tipo de sistemas de garantía de la calidad, muchos de ellos de origen japonés, que han dejado su huella en la manera de gestionar las empresas. Esta tendencia culminó con la aceptación general del sistema ISO 9000 de garantía de la calidad, tanto por parte de las multinacionales como de las PYME.
• De nuevo desde Japón llegó la filosofía de “sin existencias”, llevada a la práctica mediante la entrega justo a tiempo. Este fue el primer aviso de que separar el lugar de producción de sus mercados directos requería una logística avanzada, más conocida como gestión de la cadena de suministro.
• Una vez que las empresas hubieron satisfecho las tres exigencias de “precio, calidad y entrega” recurrieron a un último recurso en su afán por los beneficios, a saber, crear demanda de productos nuevos. Disminuyó la “duración del producto” en todo tipo de productos, y las versiones “mejoradas” de los productos existentes se convirtieron en la columna vertebral de la promoción de ventas.



Cambios desde la perspectiva internacional

Existen otros factores que han influido en la importancia de las cinco actividades que aportan valor añadido. A partir de las estadísticas,2 que ofrecen una comparación relativa del periodo 1900-2000, está claro que la tecnología y la comercialización han asumido las funciones de la producción y los servicios auxiliares como actividades principales de valor.3
Los factores fundamentales que han impulsado este cambio pueden describirse del modo siguiente:
• Tecnología: el espectacular aumento de su importancia debido a las demandas del mercado, según acabamos de describir, no fue la única razón. La deslocalización de la producción a países con mano de obra barata ha hecho que los países tecnológicamente avanzados tengan que enfrentarse a un problema adicional: la protección de los conocimientos prácticos. Por lo general, se acepta que las inversiones extranjeras directas de los países industrializados en los países en desarrollo han permitido difundir la tecnología entre las economías receptoras. Los países tecnológicamente ricos son conscientes del hecho de que sin la existencia de un sistema efectivo de propiedad intelectual en los países receptores, la tecnología que se transfiera a estos países puede ser utilizada para competir contra ellos mismos, lo que les impediría obtener un rendimiento adecuado de su inversión o sus tecnologías. Desafortunadamente, la mayor parte de los posibles países receptores de tecnología no cuentan con sistemas de propiedad intelectual robustos, y en consecuencia, los países tecnológicamente avanzados prefieren “no soltar prenda” de sus departamentos de I+D y no trasladarlos junto con sus unidades de producción. Esto impide el flujo de tecnología a través de la concesión de licencias.
• Producción: en los albores de la industrialización, las industrias básicas requerían enormes inversiones en suelo, inmuebles, maquinaria y mano de obra. Por tanto, resulta lógico que productores y fabricantes percibieran el grueso del valor añadido total de la cadena de suministro. Sin embargo, la creciente prosperidad tuvo sus consecuencias sobre los costes de mano de obra, que suponían en la mayoría de los sectores entre el 50 y el 70% de los costes de producción. Combinado con las políticas de fronteras abiertas y liberalización del comercio de la mayoría de los países en desarrollo, esto tuvo como consecuencia una oleada de deslocalización de las actividades de producción hacia los países con mano de obra barata. Donde más se notó esto fue en el sector textil y, más tarde, en la industria electrónica. La producción, como actividad de adición de valor, se deflactó hasta un nivel muy bajo y, puesto que se comporta como el agua, seguirá fluyendo hacia el punto más bajo.
• Comercialización: “Puedes comprar un Ford T del color que quieras, siempre y cuando sea negro”. La famosa frase de Henry Ford ilustra el papel que desempeñaba la comercialización en la década de los años 20. Era un mercado de vendedores, y la gente compraba cualquier cosa que produjeran las industrias; tal era la demanda de productos nuevos. Algunas décadas después, los productores empezaron a comprender la necesidad de la comercialización como actividad de adición de valor. Las empresas se dieron cuenta de la importancia de las marcas y los diseños industriales para la estrategia de comercialización: por ejemplo, General Motors introduciría automóviles similares (Buick, Chevrolet, Pontiac u Oldsmobile) en diferentes sectores del mercado y pediría un precio diferente por cada una de estas marcas. Resulta difícil explicar exactamente por qué estamos dispuestos a pagar una prima por unas zapatillas Nike4 en comparación con otras deportivas menos “comercializadas". ¿Acaso se debe a su calidad superior (producción), a su diseño (tecnología) o al nombre o logotipo (comercialización)? ¿Es esta la misma clase de comercialización por la que pagamos más por un PC con “Intel inside”? El hecho es que el “factor de comercialización” desempeña una función preponderante en el proceso de compra, mucho más que nunca antes. Los mercados de vendedores se han convertido en mercados de compradores. La competencia es mundial y la lucha por el mercado está influida más que nunca por los presupuestos de publicidad.
• Logística: durante la primera parte del siglo pasado, la producción tenía lugar normalmente cerca de los mercados o cerca del acceso a las materias primas. Esto reducía la necesidad de una logística compleja. La globalización y la consiguiente deslocalización de la producción han disparado el transporte de materias primas, productos intermedios y productos acabados. Las bolsas de plástico de un supermercado de Alemania se producen en Bangladesh con materiales producidos en Corea, que a su vez se basan en productos intermedios que provienen de Sudamérica. Estos productos intermedios se producen con materias plastificantes y disolventes europeos, basados en petróleo crudo de Rusia.
¿Tecnología o comercialización?

Obviamente, todas las industrias buscan en la actualidad nuevos valores añadidos en los “cajones” de la tecnología y la comercialización. Parece que es ahí donde se encuentran las grandes sumas de dinero. Para los fabricantes de los países en desarrollo, las opciones son menos obvias. Resulta atractivo obtener grandes beneficios ascendiendo por la cadena de suministro, cerca de los clientes y usuarios finales. Sin embargo, añadir valor por medio la comercialización conlleva unas inversiones importantes en tiempo y dinero; inversiones en investigaciones de mercado, información sobre el mercado, canales de distribución, publicidad, propaganda o establecimiento de una marca. Otro obstáculo, que sin duda se encuentra en las transacciones entre empresas, es el propio cliente, ya que se encuentra cerca de los mercados de usuarios finales o de los consumidores y no quiere que su proveedor, el fabricante por contrata, compita con él en ese mismo mercado.
Desde estos planteamientos, parece que ambas partes, la industria con tecnología y los fabricantes por contrata, deberían optar por el camino de la tecnología. Para los contratistas, es la forma más segura de aumentar su valor añadido y mantenerse alejados de la espiral descendente que afecta a todas las actividades de producción. Para las industrias tecnológicamente ricas, podría ser una solución para los siempre crecientes problemas que surgen en torno a la contratación externa y transnacional. La ventaja en los costes ha sido y es el principal estímulo para la contratación externa, pero ambas partes tienen dudas sobre los beneficios de ésta, especialmente en lo que se refiere a fabricación. La falta de entendimiento de la necesidad de la tecnología para la fabricación correcta y rentable de un producto es la principal culpable. Además, puede decirse que el escaso uso que se hace de la propiedad intelectual con vistas a facilitar la transferencia de tecnología y las estrategias de comercialización contribuye a la resistencia de ambas partes a encontrar soluciones.

Importación de tecnología afectando la producción nacional

Si bien es cierto, Venezuela en lo que respecta al tema de la tecnología ha sido desde siempre importador de la misma, debido a que la agricultura hasta principios del siglo pasado dominaba la economía venezolana, dando paso luego a la producción y exportación petrolera, teniendo esto como consecuencia que nunca se había incentivado en el país la producción nacional en el campo tecnológico, siendo así que hasta para establecer la dicha producción petrolera, Venezuela debía hacer uso de la importación de tecnología.
Ahora bien, a partir del gobierno revolucionario liderizado por el comandante Hugo Chávez Frías, el campo tecnológico en Venezuela se ha visto incentivado debido a los diferentes planes y convenios que este ha desarrollado con el propósito de que Venezuela se convierta en un país desarrollado exportador no solo de petróleo, sino también de tecnología.
Sin embargo, en Venezuela no es suficiente la producción nacional de tecnología como para cubrir la demanda, razón por la cual surge la necesidad de importar y hasta el momento la adquisición de esta afecta la consolidación definitiva de la tecnología nacional, teniendo como ejemplos el establecimiento en Venezuela de fabricas de ordenadores, importando la tecnología requerida para fabricar las mismas, así mismo esta la fabrica de teléfonos celulares, en ambos casos la producción no satisface la demanda nacional, lo que conlleva a la importación de estas tecnologías. Por otra parte, también la tecnología nacional se encuentra en detrimento debido a que países como China, Japón y Rusia, como ejemplos de naciones con un desarrollado campo tecnológico, tienen como una de sus principales fuentes de ingreso la exportación de tecnología avanzada, en cambio para Venezuela que se esta iniciando en este sentido, la producción no puede competir con dicha tecnología, lo que conlleva a que las personas opten por adquirir productos tecnológicos importados, teniendo como ejemplo la preferencia que puede tener una persona al querer adquirir entre un teléfono celular importado que tiene cientos de funciones que van desde poder guardar 5000 números telefónicos hasta el poder indicar las coordenadas en las cuales el usuario se encuentra (GPS), y un teléfono de producción nacional con funciones básicas, teniendo en cuenta que esto se vera afectado por el nivel de adquisición que pueda tener dicha persona, sin embargo caemos en lo que se denomina consumismo, en Venezuela es tanto que se podría decir que esta persona puesta como ejemplo y muchas mas harían lo posible por adquirir un teléfono importado, adicionándole a esto que esos países arriba mencionado siempre están innovando, lo que también se convierte en un factor que afecta la tecnología venezolana, ya que esta persona que hizo lo posible por adquirir un teléfono celular importado con tecnología avanzada que ya el día de mañana será obsoleto, se vera inmerso en la necesidad de adquirir un teléfono celular actualizado, representado todo esto un circulo vicioso que afecta de alguna manera la tecnología venezolana

Innovación tecnológica en la economía nacional

Venezuela ha capitalizado importantes logros en el área de las TIC. Por ejemplo, el sector de las telecomunicaciones sólo representaba el 1,64% del PIB no petrolero en 1993. Una década después, este sector constituye el 4,91% del PIB no petrolero. De hecho, el sector de las telecomunicaciones ha tenido una asombrosa tasa de crecimiento durante los últimos diez años: 12,18% interanual. Incluso, fue uno de los pocos sectores económicos con crecimiento positivo durante el traumático año 2002.
Sin embargo, todavía resta mucho camino por recorrer, tal como se desprende del Reporte de Competitividad Global 2002 elaborado por el Foro Económico Mundial con sede en Davos. De acuerdo a este estudio, Venezuela ocupa el lugar 53 entre 80 países en el índice de tecnología. Una posición nada halagadora pero esperanzadora si se compara con otros indicadores como el de instituciones públicas (puesto 73) o ambiente macroeconómico (puesto 72). En términos del indicador de tecnología y dentro del contexto latinoamericano, superamos a todos los países de la Comunidad Andina, pero nos encontramos detrás de Chile, Argentina, Brasil, México, Costa Rica y Panamá.
Tenemos que superar la brecha tecnológica en relación con nuestros pares latinoamericanos, invirtiendo en investigación y desarrollo, profundizando la apertura del sector telecomunicaciones y acercando las TIC a los más pobres. Sólo así podremos crecer a tasas anuales del 5 y 6%, necesarias para superar el atraso y reducir la pobreza.
Cada vez los recursos naturales tendrán una menor importancia dentro del mundo globalizado y serán reemplazados por el conocimiento como generador de riqueza.
Entender este cambio de paradigma e incorporar masivamente a las TIC dentro de la mayoría de los procesos productivos y educativos es vital para convertir a nuestro país en un actor clave dentro de la escena internacional, en la cual el petróleo cada vez juega un papel menos importante como elemento de desarrollo y dinamismo económico.


Formación de los recursos humanos:

La transformación productiva implica que los países de América Latina, y en estricto apego a sus valores y tradiciones históricas, construyan una nueva cultura laboral y empresarial de competitividad, a través de la formación y desarrollo de recursos humanos que sienten las bases para un nuevo consenso libremente alcanzado por los sectores de la producción, y que, al mismo tiempo, proporcione a los países los niveles de productividad y competitividad que les permitan iniciar el nuevo milenio con la fortaleza que demandan el cambio tecnológico y organizacional, así como responder al reto de alcanzar un mayor desarrollo, con más y mejores empleos adecuadamente remunerados y humanamente satisfactorios.
La experiencia de las empresas con éxito competitivo indica que es necesario modificar la forma de pensar en cuanto a la fuerza laboral y el empleo. Significa lograr el éxito trabajando con las personas, no reemplazándolas o limitando el alcance de sus funciones, y considerar a los recursos humanos como una fuente de ventaja competitiva y no tan sólo como un costo a minimizar o evitar. Las empresas que aceptan esta perspectiva diferente son las que están en mejores posibilidades, no solo de permanecer en el mercado, sino también de competir con éxito en el mundo globalizado.
En ese sentido, el perfil de calificaciones también está cambiando. Hoy en día, ya no es suficiente que el trabajador domine las tareas específicas de los puestos de trabajo, sino que tenga capacidad para trabajar en equipo y cuente con los conocimientos, las habilidades y las actitudes necesarias para desempeñar con calidad diferentes funciones dentro del proceso productivo e, incluso, en distintos centros de trabajo o diferentes sectores de la actividad económica, así como la creatividad para resolver problemas y la capacidad para dominar nuevos lenguajes tecnológicos y de comunicación, entre otras aptitudes que le permitan ser un trabajador competitivo y desarrollarse en forma permanente.
La globalización no solo demanda mayor capacitación y formación a los trabajadores, sino también a los propios empresarios, en especial a los de las micro, pequeñas y medianas empresas, ya que les exige desarrollar y actualizar conocimientos y habilidades para ejercer exitosamente su actividad, constituyéndose como comunidades de aprendizaje o en lo que se ha dado en llamar “organizaciones inteligentes”.
Lo mismo sucede con los individuos. Las empresas valoran cada vez más al trabajador creativo e innovador, a la persona que es capaz de adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos y a los procesos de trabajo o incluso, a sus propios cambios de ocupación y, por lo mismo, al que es capaz de aprender durante toda su vida.
En ese sentido, para una gran parte de la población trabajadora su formación “real” empieza con su primer empleo y acumula más aprendizajes a lo largo de su vida laboral que en las aulas, y esta formación no solo se da en las empresas que forman parte del sector moderno o formal de la economía, sino en todas las unidades productivas, independientemente de su tamaño y potencial, incluyendo por supuesto a las micro, pequeñas y medianas empresas, ya que el capital intelectual se genera en todos los sectores y niveles.

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